El hombre de hielo.

Chris es un chico joven, de veintidós años. Es rubio y tiene unos ojos tan azules como el azul de un cielo despejado. Su piel es blanca como la nieve, porque aunque viva en Londres nació en Noruega, y nunca, en ningún momento, se le tiñe de rojo. Es como un muñequito de porcelana, como un duendecillo. Es alto, delgado, y su belleza le permite probar unos labios nuevos varias veces a la semana. Va rompiendo corazones de aquí para allá, pero no porque él quiera, sino porque aún no ha encontrado esa chica que le haga estremecer. Él no quiere ser como los demás, él no quiere ser el prototipo de chico rubio con ojos azules. Él quiere enamorarse… de una canción, de un olor, de una caricia. Pero aún así, le cuesta exteriorizar sus sentimientos y hay gente que dice que es puro hielo, que no siente nada. Sin embargo, yo pienso que sólo se protege a sí mismo para no sufrir. Está esperando a que llegue la persona indicada, y entonces…

Trabaja en un Starbucks cerca de Carnaby Street para pagar el piso que comparte con un par de amigos y estudia periodismo por las tardes. Ama el olor del café de buena mañana y se pierde con el aroma de los muffins recién hechos.

Hace un par de días una chica empezó a ir a ese Starbucks cada día a las 11pm, y desde el día que cruzó la puerta, Chris no ha podido sacársela de la cabeza. Es rubia y tiene los ojos grises, y eso le desconcentra.

Los tendrá grises porque hará mucho tiempo que alguien no se los pinta, piensa.