21 febrero, 2010

Quién iba a pensar que se iban a enamorar.

Abbey ese día no pudo más. Era de noche ya, las farolas iluminaban la calle y su corazón no paraba de pedirle a gritos que fuera a buscarle.

Se puso los primeros zapatos que encontró, cogió las llaves y salió de casa precipitadamente. Bajó las escaleras de dos en dos cogiéndose a la barandilla para no caerse y salió a la calle. El frío de la calle le cortó las mejillas y le hizo estremecer, pero no consiguió congelar su pequeño corazoncito, que latía con ansias de amar.

Se puso las manos en los bolsillos y empezó a caminar. Tenía un objetivo fijo, una meta, un camino… Cuando cruzó la esquina y vislumbró ese edificio, vio como alguien salía corriendo del portal, precipitado y con todos los poros de su piel rebosando ganas de amar.

Abbey se paró de golpe y él se acercó un poco más, hasta que ambos se quedaron a apenas dos metros.

- Hola –murmuró él, con un atisbo de sonrisa.

- ¡Hola! ¿Ibas a algún sitio? Quiero decir… yo venía a verte. A tu casa, me refiero –dijo, mientras se le atropellaban las palabras y también los latidos.

El se rió tiernamente y observó todos sus detalles. Pelo algo alborotado por haber corrido, mejillas enrojecidas –no supo si por el frío o por rubor- y unos ojos algo cristalinos. Empezaban a recobrar su brillo. Sí, definitivamente a ella también le había dado un ataque de amor.

Él hizo desaparecer esos dos metros que lo separaban y los convirtió en dos centímetros, mirándola sin decir nada. Cuando ella fue a abrir la boca para hablar, él negó con la cabeza y selló sus labios con su dedo índice. Después, deslizó sus yemas hacia su mejilla y la acarició hasta llegar a su cuello. Esos pequeños gestos tenían un gran poder en el cuerpo de la pequeña Abbey, y casi le temblaba el alma.

Chris, finalmente, acunó su menuda cara entre sus manos proporcionándole el calor suficiente para que éstas volvieran a su color normal y se inclinó sobre ella para besarle la frente. Abbey cerró los ojos mientras se descomponía por dentro y aspiró su olor. Era el mejor aroma que había olido en toda su vida.

La gente pasaba a su alrededor y se los quedaba mirando extrañada, pero a ellos no les importaba. Estaban disfrutando el uno del otro y por fin podían saber que sentían cuando sus pieles se rozaban.

A partir de ese día, creo que ninguno de los dos iba a poder vivir sin ese roce.

7 comentarios:

  1. Qe ternura y el amor rebosa por todos lados :)
    besos

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  2. Abbey, disfruta de estos momentos pequeña.

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  3. Demasiado lindo... un amor sincero...
    Un beso.

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  4. Uuuauu es precioso lo que haz escrito, como haces para poder andar paso a paso la emoción de tus personajes. Te felicito es lindo de verdad.

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  5. Me encanta, es hermoso, mágico y envidiable lo que tienen esos dos! Por cierto, tienes una sorpresa en mi blogg!

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  6. ¡que preciosidad! Me encanta la escena.
    Un beso kuka

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