14 junio, 2010

¿De testigo? Las estrellas.

Paulette caminaba por esas calles vacías y oscuras helándose de frío. Notaba el aire frío de invierno metérsele por los poros de la piel, por la boca, por la nariz, y sentía como se helaba por dentro. Así mismo se llenaba de tristeza cuando no estaba con Jan.

Muchos pensarán que su relación se basaba en el sexo. Pero quien piense esto, es que realmente no conoce a Paulette. Paulette amaba a Jan de una manera espectacular. Le adoraba, le idolatraba. Para ella, él era un punto de apoyo, la esquina segura, su mano amiga. Era la mitad que le faltaba, esa mitad que según Platón perdimos cuando los dioses vieron que éramos más fuertes que ellos. Paulette se moría de amor cuando Jan la pintaba. Era como si la acariciara con los pinceles, como si le pintara las pestañas con acuarelas.

Jan, por otra parte, se sentía tremendamente afortunado de haberse encontrado con Paulette. Le llamó la atención una mañana lluviosa en un Starbucks, mientras ella estaba sentada en una esquina con su Latte Machiatto entre las manos. Se levantó y le preguntó sin ningún tapujo si podía dibujarla. Ella sonrió, y mientras le brillaban los ojos y ladeaba un poco la cabeza, aceptó. Nadie hubiera dicho que desde ese preciso momento ella se convertiría en su modelo predilecta. Y nadie hubiera dicho, tampoco, que Jan empezaría a morir por cada poro de su piel en ese mismo instante, cuando el brillo de sus ojos de hielo le traspasaron el alma. A veces se sentía culpable por el hecho de tener treinta y siete años, cuando ella solo tenía veintidós. Pero entonces se recordaba a sí mismo que nadie podría impedirle a su corazón latir a tres mil por hora cuando ella le rozaba, y que iba a quererla hasta que el sol se apagase.

Pensando en todo y nada a la vez, Paulette acabó acercándose peligrosamente al bloque de pisos donde vivía Jan. Le vio buscar las llaves de la portería en el bolsillo, mientras aguantaba un café en la otra mano. Sonrió y se acercó a él sin que él se diera cuenta, abrazándolo por detrás cuando le alcanzó. Él se giró enarcando una ceja y cuando vio que era su pequeña niña pelirroja, sonrió y se inclinó para besarla. Luego, abrió la puerta y la dejó pasar, y cuando la cerró, sintió una mano arrastrándole por la camiseta y empotrándolo contra la pared. Paulette se pegó a su cuerpo, Jan dejó caer el café al suelo, y ambos se besaron con un frenesí incansable, como si no hubiera mañana. Mientras se dejaban sin aliento entre beso y beso, Paulette le desabrochó los pantalones y metió su mano entre ellos, palpando el deseo, la pasión

Esa noche volverían a amarse. Volverían a hacer el amor, una vez, y otra, y otra… ¿de testigo? Las estrellas.


(he estado ausente por los exámenes de Selectividad, pido disculpas a todos :( ahora me pasaré por todos los blogs a comentar ^^)

6 comentarios:

  1. (L) Adoro tu blog, definitivamente xD
    bueno adoro tu blog y el latte machiatto ^^
    Un beso! =)

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  2. Ojalá que el frenesí que embriaga a Paulette y Jan crezca, crezca hasta desbordarse y llegue así al resto de la gente. Seguro que así comprenderían el modo en que tienen de amarse.

    ;)

    p.d: ¡Espero que te hayan salido bien los exámenes! :D

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  3. Bonita forma de conocerse =)

    Me encanta el café.
    Espero que hayas aprobado =)

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  4. Por el amor de Dios... que calor!

    Siempre suyo
    Un completo gilipollas

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  5. La edad no juega, siempre fascinante Claudita...
    Me encantan las imágenes que sugieres con el escrito...
    Un beso!!!
    Nos Bloggueamos!!
    :D

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  6. Seguro que cuando despertaran, volverían a quererse un poquito más, pero con el sol en sustitución de las estrellas :)

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