28 julio, 2009

Carta para Abbey.

Querida Abbey:
Ésta carta no pretende ser ni una declaración de amor, ni una enumeración de mis sentimientos, ni tampoco una carta de un desconocido. Vas a saber quién soy porqué voy a entregarte ésta carta en mano. Quiero ver cómo te brillan los ojos al dártela, y ver cómo te mueres de intriga cuando te diga que quiero que la leas por la noche, sola, tumbada en la cama de tu habitación.
Hemos pasado unos días magníficos juntos y no me hago a la idea de que pronto voy a tener que irme. Te voy a echar de menos, y mi cama va a estar tan fría sin ti..
¿Te acuerdas de cuándo nos reencontremos después de tanto tiempo? Ni siquiera me creía que fueras tú. Habías cambiado tanto.. te había crecido el pelo, y apenas te pintabas los ojos. ¿Sabes por qué supe que eras tú? Por tu sonrisa. No ha cambiado.
Si pudiera elegir alguno de los momentos que hemos pasado juntos estoy seguro de que me quedaría con el día que me dormí encima de tu pecho, o con el día que te vi despertar.. O esa noche que vimos esa película de miedo juntos, abrazados. Hay tantos momentos que me gustaría volver a revivir..
Me apuesto lo que quieras a que ahora estás sonriendo mientras lo recuerdas todo. No me equivoco, ¿verdad? Eres tan predecible, pequeña. Y sé a ciencia cierta que después, cuando guardes la carta en un cajón, te pondrás a llorar porque no quieres que esto se acabe. ¡Venga, Ab! No llores, que sabes que no me gusta. Se te ponen los ojos rojos y la nariz también, y me dan unas ganas de abrazarte cuando empiezas a llorar..
¡Qué tonta eres! Sabes que voy a volver, será solo un tiempo corto. Sé que se nos va a hacer eterno a los dos, pero estate segura de que cuando vuelva todo volverá a estar como ahora, incluso mejor, si me lo permites.
Aún así, no acerquemos acontecimientos. Aún falta un tiempo para que me vaya y estos días los vamos a pasar juntos. Sin ir más allá, dentro de diez minutos voy a verte y me muero de ganas. Las mariposas están revoloteando por todo mi interior y me están haciendo cosquillas en las puntas de los dedos (mierda, juré que no mencionaría ninguno de mis sentimientos aquí.. pero ya ves, estúpido enamorado) y me gusta imaginar cuál será tu ropa de hoy, y más aún, que sonrisa te habrás puesto. ¿Sabes? Tienes 4 tipos de sonrisas. Una cuando te enfadas y me perdonas a base de cosquillas. Otra después de besarme, cuando los rasgos se te suavizan y se te hinchan ligeramente los labios. Otra cuando eres esa niña alocada con ganas de comerse el mundo, y otra cuando eres esa mujer madura que tanto me vuelve loco. Y todas esas sonrisas son mías.. (perdona, ¿he dicho 4? quería decir mil).
En fin, voy a ir cerrando esto porque apenas faltan 5 minutos para estar contigo y si llego tarde te vas a enfadar. Y vas a negarme un par de besos, y eso no quiero que ocurra.
Así que nada, pequeña. Ahora nos vemos, y acuérdate de que te quiero mucho aunque nunca te lo diga.
Siempre tuyo,
Yo.



Sin embargo, Abbey no recibió esa carta en mano. Se la encontró en el buzón después de estar con él, y la leyó tumbada en la cama, bajo la luz de la luna, a las doce y diez de la madrugada. Después de leerla, un par de lágrimas le inundaron los ojos y una sonrisa apareció en la comisura de sus labios. Él siempre conseguía sorprenderla...

2 comentarios:

  1. Dios... que carta más encantadora tía. Me escribe alguien algo así y la espicho e.e

    genial, groupie, genial.
    te quiero!

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  2. Buff.. no sé si decirte que casi lloro, que al acabar de leer la carta he sentido mis lágrimas asomándose.

    Me encanta. Un beso :*

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